lunes, 16 de junio de 2014

Mariposa

La mirada se quiebra en llantos espasmódicos.
Las lágrimas afluyen al grito sin voz.
El pecho se contrae en un suspiro sin aliento.
El corazón palpita cuando aún el cuerpo está de pie.

Las manos se aferran a la realidad inmaterial del alma,
y sangran con fresca sangre roja
como si una rosa con espinas
estuviera clavada en su carne.

El aleteo de la mariposa se detiene en su oído y le llena de vacío ver el leve parpadeo de la vida.
Muerta, la mariposa cae sobre su alma, posándose en el abismo negro del recuerdo perdido.

El peso del cuerpo sin vida retumba en sus oídos y comba sus hombros, incapaz de soportar el hastío.

Manos sangrantes, ojos acuosos, cuerpo lacerante…
cae y se desvanece en el fondo del suelo
y se sume en el caos del infinito grito
que retumba en los confines del universo.

Se envuelve de negrura,
y de sus ojos surgen estrellas que iluminarán
el camino en la oscura soledad.

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