La mirada se
quiebra en llantos espasmódicos.
Las lágrimas
afluyen al grito sin voz.
El pecho se
contrae en un suspiro sin aliento.
El corazón palpita cuando aún el cuerpo está de pie.
Las manos se
aferran a la realidad inmaterial del alma,
y sangran
con fresca sangre roja
como si una
rosa con espinas
estuviera clavada en su carne.
El aleteo de
la mariposa se detiene en su oído y le llena de vacío ver el leve parpadeo de
la vida.
Muerta, la mariposa cae sobre su alma, posándose en el
abismo negro del recuerdo perdido.
El peso del cuerpo sin vida retumba en sus oídos y comba sus
hombros, incapaz de soportar el hastío.
Manos
sangrantes, ojos acuosos, cuerpo lacerante…
cae y se
desvanece en el fondo del suelo
y se sume en
el caos del infinito grito
que retumba en los confines del universo.
Se envuelve
de negrura,
y de sus
ojos surgen estrellas que iluminarán
el camino en la oscura soledad.
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