sábado, 28 de junio de 2014

Tormenta

Los relámpagos estallaron en el cielo cubierto de nubes. La tormenta se desencadenó, sumiendo su mundo en una oscuridad negra y desesperada.

La salvaje naturaleza removía su cuerpo, agitando la sangre en sus venas, acercando las lágrimas a sus ojos.

La lluvia golpeaba con fuerza su cuerpo, empapándola y aislándola del mundo que la rodeaba.

Las lágrimas le impedían contemplar el juego de luces que se desarrollaba en el cielo…

Oscuros

Oscuros pensamientos
con aciagos sentimientos
explotan
de la burbuja de cristal.

Inundan el mar de desolación
que baña la orilla de la playa de los muertos,
creando mosaicos
de lágrimas petrificadas.

Rocas sangrientas recuerdan
los momentos luchados y perdidos,
esparciendo
la semilla de la desesperación
que germina en tu corazón.

Caes
en el precipicio ignoto de tu alma,
en la sordera de tu voz,
en el grito impotente de tus pensamientos,
en el lago de tus lágrimas…

… y consternado por el dolor,
 arrancas la paz
de tu interior.

sábado, 21 de junio de 2014

Gaia

Su cuerpo de agua cristalina
deja al descubierto
venas por las que corren
violentos torrentes de lava ardiente
que queman y sepultan
todo lo que encuentran
a su paso.
Creando un río de cenizas,
futuro limo de verdes ilusiones.

Muerte y vida
a un mismo tiempo.
Madre y guadaña
de sueños y esperanzas.

Sus ojos
negros como carbones
queman
como témpanos de hielo
congelando el alma
y transportándola
a lugares inciertos.

Sus uñas de diamante,
poderosas en su belleza,
quiebran la frágil melena de cristal.
Arañan el fruto de sus entrañas,
expandiendo haces de luz
que iluminan el oscuro mundo
en el que sus pensamientos ciegos
estaban inmersos.

El sol refleja mil matices sobre su cuerpo,
iridiscencias rosadas que retumban
por la cascada infinita de su voz.

Un canto de sirenas,
mudo y sordo,
surge de su garganta,
acompañando al viento
en su sonido
ronco y sincero.

Escondida en la espesura,
avanza tras la muerte
mientras la vida
la sigue en sus pisadas.

La sangre de sus venas,
ardiente lava escarchada,
evapora su cuerpo de agua.
Impregnando de vapor
la vida naciente
que poblará sus entrañas.

Se funde con las nubes,
mirando sin ver,
los hijos que aún están por nacer.

Su trabajo terminó
y en sueño
largo y profundo
se sumió.


Quiero

Quiero navegar
por olas de papel
y soñar
con peces de cristal.

Quiero surcar
los cielos de tinta
y atravesar el reflejo de las nubes
sobre tu rostro pétreo.

Quiero susurrar
un nombre con el viento
y que la tormenta
embista contra mi cuerpo.

Quiero beber
la sal de tus venas
y ahogarme en un suspiro
sin penas.

Quiero crear
una sonrisa en tus labios
y que tu mirada
se ilumine con mil rayos.

Almas perdidas

Almas perdidas recorren
el cielo cubierto de nubes.

La noche las atrapa
en su lenta y paciente
oscuridad.

Vestigios de recuerdos
fluyen entre sus dedos,
iluminando con pequeños destellos
su avance entre tinieblas.

Un grito tenebroso recorre el espacio
y llena de vacío los corazones
que, momentos antes,
buscaban estrellas palpitantes.

Su aliento se congela
ante la intransitable soledad,
y les corta la garganta
con un susurro sin piedad.

Las nubes se desplazan
ante el lento e inexorable
avance del viento,
y la luz
reflejada en sus ojos
muestra los miedos escondidos
en el poso oscuro del pensamiento.

La invisible brisa que los mece
borra la inseguridad latente…
y vuelve…
… el brillo a sus ojos,
… la sangre a sus venas,
… la voz a sus pensamientos,
… la dulce llama a su interior.

viernes, 20 de junio de 2014

Araña

Un grito tenebroso
sale de su garganta
y es aprisionado
por la tela de araña.

La mirada se quiebra
en mil colores
sin ver siquiera
el alma de sus palpitaciones.

La oscuridad se tronca en un abismo de luz.
Y la araña,
tejiendo su capullo alrededor,
cierra los movimientos
en torno a sus pensamientos.

Ruge,
quema,
arde,
vuela,
el espíritu sin tregua.

La lucha enconada
encuentra su fin
en un triste hilo de plata
quebrado por la fuerza
de la guerra.

La araña,
hambrienta,
succiona el alma
de su presa
impávida.

Fuego líquido

Amanece en un oscuro día soleado.

Las nubes quiebran el murmullo del viento que, tenaz, mueve las hojas de la libertad.

La lluvia moja los sentimientos, barriendo mares de sal.

Los suspiros anidan en la quietud de un copo de nieve que cae posándose sobre los labios, ahogando la respiración cual mordaza triste y silenciosa.

El trueno estalla en el interior del corazón, quebrándolo con sonidos inciertos… y el rayo surge por los poros de la piel, iluminando con mil matices los pensamientos truncados.

Por las venas corre fuego líquido que hiela y quema, hiere y sana, los brillantes recuerdos de vanas esperanzas.


Y ahí están el hielo, el agua, el viento, la nieve, la luz, el fuego… que cubren el cuerpo e inundan el pensamiento de futuros momentos.

jueves, 19 de junio de 2014

Expolio

Expolio...
y robo tu cuerpo.

Expolio...
el mundo de tus sueños.

Expolio tu mente,
tus recuerdos,
tus sueños
y esperanzas.

Arranco la venda de tus ojos
y sacio la sed de tus entrañas.

Expolio los gritos soterrados de tu mente,
desterrando las pesadillas que te envuelven.

Como un arqueólogo,
me abro paso entre los muros
que franquean la entrada
a la cámara de tus esperanzas
y, al llegar a ella,
saqueo el refugio de tus sueños,
librándote al caos
que se extiende más allá
de los pensamientos soterrados de tu alma.

Expolio...
y me lo llevo todo.

Sin embargo...
no expolio,
ni robo,
ni saqueo...

He llegado a la cámara secreta
y tú me das todas tus ofrendas.

Soy un ladrón
que no tiene conmiseración,
mas esta noche la trampa
se ha cernido sobre mí.

Me has apresado
al obsequiarme tu alma,
y ahora
me encuentro perdido
sin poder encontrar el camino
que me lleve de nuevo a la salida.

Expolio...
y tu te has entregado
y, ahora, soy yo el cazado.

Expolio...
me has apresado.

Y contigo, en la tumba de vanidades,
te devuelvo los obsequios que me entregaste
y te ofrezco mis sueños
para enterrar juntos nuestros huesos.

Desierto

Soñaste con un mar salado
y acabaste viviendo en un desierto helado.

Plantaste semillas de verde esperanza
que se marchitaron en la tierra baldía.

Tus lágrimas cayeron
en el polvoriento suelo
y se absorbieron
en un momento.

Anduviste bajo el sol abrasador
arrastrándote por la senda de la desesperación.

Tuviste un espejismo
en el que aparecían momentos pasados de alegría,
y con ansia corriste hacia ellos,
aferrándote a la idea de no perderlos.

Extendiste la mano
y no tocaste más que la arena del desierto
que quemó tus dedos y abrasó tu cuerpo.

Contemplaste el sol,
que te encegueció
y tumbada sobre el lecho de tus sentimientos
cerraste los ojos esperando un destino incierto.


Alma

Tuve un sueño
en el que nadie aparecía,
todo estaba negro
sin la luz del día.

Las horas pasaban,
tristes y pesadas
rozando la larga amargura
del alma que perdura.

Canté un silencio vacío,
en el que nada se oía
y mis ojos…
negros se volvían
con la permanencia
de la noche sobre el día.

Noté el frío rumor del desengaño,
llegó a mis huesos…
heló mis labios.

Rocé el alma marchita
con la punta de los pensamientos,
y mis dedos se cerraron
cercenando gozos pasados.

Soñé, mas no era un sueño…

El lazo de recuerdos
se anudó en torno a mi cuello.
Salté, al abismo insondable de tu cuerpo,
y me asfixié con la curva de tus pensamientos.

Soñé, mas no era un sueño…

Y, en la negrura infinita de mi alma,
aspiré el último recuerdo
que, olvidado,
me arrancó la vida
y me llevó a tus brazos.

Encuentro

Tengo las palabras atragantadas en tu piel.

Tengo tus sonidos grabados en mis ojos.

He gritado entre los pliegues de tus cabellos y he sentido el calor de tu amanecer.

He tocado el pulso de la vida con la cadencia de tu voz y he sido arrullada por la curva de tus pestañas.

He dormido acunada en tu sonrisa y he apostado las lágrimas de mis entrañas a que el beso que me dabas colmaría mis esperanzas.

He extendido los brazos hacia la nada y, en la oscuridad, he encontrado tu mirada rutilante que, como un faro, ha impedido que el barco a la deriva chocase contra el acantilando de mis pesadillas.

martes, 17 de junio de 2014

Grito susurrado

Un grito susurrado
en los confines de tu alma
quiebra la visión de tus olvidos,
tiñéndola de gris oscuro,
borroso recuerdo tachonado de estrellas.

La pena macera en tu mente,
embriagándote de lágrimas secas
que cementan el iris de tus ojos,
lacerando el pulso de tu respiración,
quemando la sangre que corre por tu interior.

Una coraza invisible,
hecha de pétreo material,
recubre tu corazón,
envolviéndolo de frío…
de melancolía…
de apatía…
de desilusión...
Barrera intangible que detiene el golpe.

Abocado al fracaso
ya no sientes el dolor
que un día te embargó.

Muerto en vida
recorres los días, sonámbulo,
pensando en un mundo de sueños
que caen en el olvido.

Caminando por el cielo de plata,
tu mente estática
se topa con la descarga eléctrica de su ser.

Tu mirada
se asoma al precipicio vertical de sus ojos.
la llama de su interior
prende la hoguera de tus entrañas
y, arrancando la armadura,
te lanzas al abismo de sus labios.

La voz surge ronca,
tanto tiempo
estuvo sin hablar.

Perlas transparentes
resbalan de tus ojos
y se posan
entre los labios unidos
que sellan la confusión.

Tanto tiempo perdidos
en el oscuro fondo del mar,
sin encontrar
el camino a la superficie…

La muerte
caminaba a su lado,
sin ellos saberlo.

Pero ahora…
la sonrisa envuelve sus rostros,
el viento agita sus alegrías
y la risa brota del interior de su ser.

Palabras marchitas

Las palabras se marchitaron en el fondo del corazón,
se ahogaron con suspiros inciertos…
¡Ya no hay más que sinrazón!

Lloraron con lágrimas de plata
que, encerradas, formaron remolinos de almas
creando un mar de desidia
que ahoga, mata y calla.

La voz se quebró
en el fondo del corazón,
se hizo añicos
y de negro manto se cubrió.

El corazón se deshojó,
cual rosa negra marchita
que pierde los pétalos
que antes daban vida.

Ahora están a sus pies,
cual memoria perdida de inocencias pasadas
y, agachada,
intenta recoger
la alfombra de alegrías escondidas.

El silencio encerrado en una jaula de cristal
resplandece quemando los barrotes de su celda inmortal.
El cuerpo arde en la inconsciencia de la noche
y sus huesos se convierten en frías cenizas de oprobio.

El corazón desgajado
escapa de sus manos,
se escurre entre sus dedos…
muere en el suelo.

lunes, 16 de junio de 2014

Declaración

Me he arrancado los ojos
y se los he mandado a la luna
con una inscripción
que le abre mi corazón.

Las nubes se los portarán
y las estrellas los sostendrán
mientras la luna lee
el mensaje de mi ser.

En él dice
que el amor es tan poderoso
que a los locos vuelve cuerdos
y a los que ven, ciegos.

Que es tan doloroso
que moriría por verla
y que es tan satisfactorio
que lloraría por tenerla.

Que la sonrisa brota de mis labios
con solo pensar que la amo,
y que en el interior de mi pupila
su rostro está grabado.

He arrojado los rayos
al fondo del océano
para que el día se haga noche
y la luna,
entre mantos de bruma,
recoja mis ilusiones.

He soñado
que las estrellas susurraban
que ella
también me ama.

En el ocaso del día,
nos podemos ver,
es sólo un destello fugaz
que alegre me hace estar.

He soñado
que las nubes nos transportaban
y que mis rayos rozaban
su pálido rostro.

He soñado que en la confusión de la niebla
nuestras luces se envolvían
y arrullados,
bailábamos una canción sin melodía.

Siento

Siento decirte que mi corazón está herido
por el simple hecho
de haberte conocido.

Siento decirte que la vida
es un poema
que se deshiela
en manos inciertas.

Siento comunicarte
que mi mente pensante
ha hecho un parón
en el fondo de la desazón,
ha arrancado pensamientos malvados
y te ha soñado
cogido de mi mano.

Siento…
ya no siento
sino el aliento
que mueve mi pelo,
que agita mis entrañas
y araña cual garra afilada
la dulce calma de mi alma.

Ya no siento
más que indiferencia,
ha pasado el momento
en el que tuviste importancia.

Silenciosa soledad

Has llorado tanto que ahora no recuerdas el momento en el que los ojos no estaban nublados por las lágrimas.

La sonrisa desapareció de tu rostro cuando la luz de sus ojos se apagó.

Se quebraron las esperanzas y los recuerdos con un susurro contenido, un grito mudo que transportó las palabras al centro de tu alma. Arrastrándose indolentemente por la sangre de tus venas, se dirigieron al corazón palpitante y estallaron, rompiéndote en mil pedazos.

La mente se deshilachó, fragmentándose el amor, las sensaciones, los sueños, las ilusiones, los recuerdos, las esperanzas… la vida.

Caíste al negro abismo que se abrió bajo tus pies, tendiste la mano intentando aferrarte pero ya se había marchado sin mirar atrás. Profundo precipicio silencioso. Tus huesos chocan contra el fondo de la desolación y se rompen en fragmentos infinitesimales, incapaz de reunirlos te tiendes sobre el frío lecho mortuorio y dejas que la sangre escape de tus venas… esperando que tu corazón deje de latir.

Se anega el pensamiento con la oscuridad que te rodea. Las lágrimas llenan el vacío sinuoso de tu alma, ahogándote en el profundo foso de la melancolía.


Has hallado la muerte en la silenciosa soledad...

Mariposa

La mirada se quiebra en llantos espasmódicos.
Las lágrimas afluyen al grito sin voz.
El pecho se contrae en un suspiro sin aliento.
El corazón palpita cuando aún el cuerpo está de pie.

Las manos se aferran a la realidad inmaterial del alma,
y sangran con fresca sangre roja
como si una rosa con espinas
estuviera clavada en su carne.

El aleteo de la mariposa se detiene en su oído y le llena de vacío ver el leve parpadeo de la vida.
Muerta, la mariposa cae sobre su alma, posándose en el abismo negro del recuerdo perdido.

El peso del cuerpo sin vida retumba en sus oídos y comba sus hombros, incapaz de soportar el hastío.

Manos sangrantes, ojos acuosos, cuerpo lacerante…
cae y se desvanece en el fondo del suelo
y se sume en el caos del infinito grito
que retumba en los confines del universo.

Se envuelve de negrura,
y de sus ojos surgen estrellas que iluminarán
el camino en la oscura soledad.

Cansada

Cansada de arrancar
la pena en soledad,
sin ganas de llorar…
vuelves la mirada hacia dentro
hacia el centro de tus pensamientos.

Cansada de gritar con sordos murmullos
desgarras las venas
y observas
como la sangre tiñe de rojo fuego
tus caderas.

Cansada de sentir
el peso del universo sobre ti
vuelcas los hombros
sacudiendo de negra calma
la esperanza.

Cansada de soñar
un mundo irreal
golpeas el suelo
con todo tu cuerpo.

La sangre se desborda
del palpitante corazón
extendiéndose
entre los resquicios de tu mente
y cubriendo de rojo manto
el firmamento estrellado.

Tus ojos se nublan
ante la pérdida de vida
y espiras lágrimas saladas
con el suspiro ahogado
de tus labios.

La sangre y la vida
se escapan ante ti
y no haces más que reír
al comprobar la incongruencia
que hay en ti.

Extiendes la mano
para tocar
la vida que ya no volverá.

Expiras
sin saber
que tus heridas
yo las hubiera podido restañar
con una mirada…
un beso…
una caricia…
una sonrisa…

Expiras,
y al encontrar tu cuerpo
mi alma grita
y mi mirada se cristaliza
en un cuadro marchito
de recuerdos perdidos.

Arrojar, aniquilar, romper, cercenar

Arrojaré
tus miedos
al fondo del abismo.

Aniquilaré
las lágrimas que quieren
quebrar tu mirada transparente.

Romperé
mis venas
por verte sonreír.

Cercenaré
mis quimeras
por escucharte respirar.

Crearé
un mundo de arco iris
que de noche
lo iluminen
millones de luciérnagas.

Transformaré
la oscuridad en luz
para que tu corazón
deje de estar prisionero
en una jaula de cristal.

Haré
que corra agua por mis venas
para poder derretirme entre tus brazos,
para que tu piel absorba mi frescor en un día caluroso,
para formar parte de ti.

Me romperé en mil pedazos
que lanzaré al cielo
para que en las noches tristes encuentres
el camino a mi corazón.

Mordaza

Está cansado de no sentir la risa fluir en él.
Quiere pensar que todo está bien
pero sabe que todo está del revés.

Los ojos se cierran en un silencio agónico,
buscando desesperadamente aferrarse a algo sólido.

Las manos tocan vacío, negrura, indiferencia…
y caen hacia el imperioso abismo del alma.

Ya nada se oye a su alrededor.
Ni siquiera el ruido de su respiración
ni el repiqueteo de su corazón
hacen mella en su interior.

La música se ha apagado con una corchea negra
y sólo retumba el silencio.

Opresivo,
pesado,
agonizante,
exigente,
desesperado,
alarmante,
tranquilo,
suficiente.

El silencio le amordaza la boca y le constriñe el corazón,
arrodillándolo en el suelo de la desolación.

No consigue soltarse de la prisión insondable
que son su cuerpo y su mente.

Unas lágrimas se van formando en el quicio de los ojos
y resbalan por sus mejillas
como si fueran arroyos de montaña desbordados.

Se cubre la cara con las manos
y el mudo sollozo
se abre paso por su garganta.

La mordaza se deshace,
el corazón late,
la respiración vuelve a él
y el ruido de la vida comienza a rodear todo su ser.

sábado, 14 de junio de 2014

Rosa roja

Una lágrima discurre por el rostro de la amada. Apoya el rostro entre sus manos y temblando surgen lágrimas silenciosas. La pena y la alegría la embargan. Sólo se oye el leve roce de la ropa que se mueve mientras ella intenta cerrar el torrente de agua que cae de sus ojos. 

Su alma está presa de una agitación que antes no conocía. Todo sigue igual mas todo ha cambiado. Una simple flor ha sido la desencadenante de esos sentimientos… ¡una flor! Una rosa roja como la sangre, de dulce fragancia, de pétalos suaves como la nieve y cargada de espinas. 

De cada ojo resbalan un par de lágrimas que caen sobre el capullo abierto de la rosa, cual si fueran gotas de rocío. Se asombra pensando que ahora es feliz, que todo ha pasado y se da cuenta que de sus labios surge una pequeña y tímida sonrisa mientras contempla la rosa.

Desgarrones

La voz se rompe en mil pedazos. 
Se quiebran las miradas. 
El sonido silencioso atraviesa un mar en calma sin alterarlo. 
Se rehúye la vigilancia. 
El corazón se desgarra cual tela antigua y desvencijada. 

La sonrisa se transforma en una mueca triste con visos a convertirse en una máscara de tragedia. Los jirones de sentimientos están despedazados y ya sólo queda un triste desgarrón enganchado a los restos de un corazón aún palpitante. 

Los labios se agrietan. 
Las lágrimas saladas corren por el rostro, curtiendo las heridas. 
El último sentimiento se desprende de su lugar de anclaje. 

La mirada se vuelve pétrea. 
La sonrisa inerme. 
La voz enmudece. 
La armadura endurece su alma.

martes, 10 de junio de 2014

Quisiste nadar

Quisiste nadar
en el fondo del mar
pero tus pies y manos se enredaron
entre los recuerdos pasados.

El océano,
como un dulce amante,
en la orilla de tus sentimientos
buscó su muerte unánime.

Arrulló tus pensamientos
que jugaban con espuma y caracolas,
mientras, en un baile sin melodía,
tu alma era custodiada por sus olas.

Revives el momento
en el que el cielo se cuajó de estrellas
mientras tu voz cantaba
acompañada del murmullo de las olas.

El viento
agita tus cabellos
y te trae el aroma
de la sonrisa olvidada.

Tendida sobre un lecho de algas
recuerdas el lento amanecer del día
mientras tus ojos se cubren
de una venda de sal cristalizada.

El sol seca la sal
que por la noche
se depositó sobre tu cuerpo
creando una mortaja que marchita los sentimientos.

El alma se ha marchado
del cuerpo humano
en un intento vano
de desterrar los recuerdos pasados.

Vino

He bebido el vino de tus venas
y con él he saciado la sed que me condena.

He gritado tu nombre a la arena
y lo he escrito con la espuma de las olas en mis cadenas.

He soñado un pensamiento amargo
y, con lágrimas en los ojos,
he rasgado los recuerdos
que como hiedra venenosa
arraigaban en mis entrañas
creando un mar de lágrimas,
tormento de calmas y esperanzas.

He mirado al fondo del abismo
y me he lanzado al vacío,
estrellándome contra el suelo
y rompiendo mis huesos
sobre tu frío y duro corazón.

He llorado lágrimas ardientes
que recorren mi rostro
quemándolo y horadándolo
con la fría pena que me embarga.

He visto tu mirada perdida,
indiferente, incolora…
al verme regresar de la oscuridad.

Y he vuelto a caer
presa de la desolación,
en el oscuro pozo de mi alma
atrapada en las cadenas
que un día el corazón forjó.

Grita

Deja que llueva
sobre el seco suelo
que se encuentra bajo tus pies.

Deja que mis lágrimas
rieguen las semillas
de la nostalgia
y que mis manos
arranquen las malas hierbas
de la desidia.

Permite que tus ojos
se cierren en la muda cadencia
del latido de mi corazón
y que sueñen con el susurro de mi voz.

Sonríe al pensar
que la vida
resurgirá.

Grita,
para llenar de color
el vacío que un día te rodeó.

Ya no hay nadie

Me inquieta comprobar
que ya no hay nadie en el lugar
en el que tú y yo nos juntamos
hará ya tantos años.

Me sorprendo al recordar
lo feliz que fui al mirar
tus ojos estrellados
bajo el cielo nublado.

Ahora el recuerdo está vacío,
todos se han ido
y mi mente
se retuerce
entre los lazos de la muerte.

Los sueños se han roto en el palpitante mar de la soledad.
Los ojos se han nublado de fría escarcha.
Los labios se han agrietado por la sequedad de la sal.

Tú y yo, y todos los demás
reposaremos los huesos
bajo este suelo
que cubre nuestras pisadas
de verde escarlata.

Ya no hay nadie
en esta soledad
que me embarga
y me transporta
como náufrago
en alta mar.

Ya no hay nadie
que hunda su mano
entre la espuma de las olas
para sacar mi cuerpo
del frío mar incierto.

Ya no estás
y yo tampoco estoy,
sólo somos dos cadáveres
que guardan estos lares.

Ya no hay nadie...

lunes, 9 de junio de 2014

Naturaleza - Parte 1

El viento mece la cadencia de tu voz, arrullándote en suspiros de luz. La marea acompaña el baile de tus pies, levantándolos del fondo del océano y dejándolos volar sobre el inconmensurable abismo del mar.

A tus oídos llega el sonido de las flores abriéndose con las primeras luces del alba. El sol abriga tu cuerpo y la sal calienta tus venas. Las hojas se arremolinan en espirales verdes, nublando tus ojos, bailando una melodía ausente.

Los relámpagos caen, erizando el vello de tu piel, e inundan de luz la sonrisa que cruza tu rostro. Los ojos destellan al ver como rompen las olas en el mar picado.

Contemplando la belleza de la naturaleza, algo quiebra el estatismo del ruido mudo. Un grito contenido en el silencio, una estampida que como una fisura hiende la mar tranquila.

La llamada de socorro te obliga a girar el rostro y, entonces, descubres la oscuridad. Observas el desastre, pero la impotencia te impide actuar con presteza. Llegan hasta tus pies los cadáveres de los animales que han sido cazados brutalmente. Notas como el agua que salpica tu cuerpo se ha vuelto negra con la contaminación que, como un virus, contagia todo lo que toca. La respiración se vuelve pesada y notas como las partículas obstruyen todos los poros de tu piel.

Las piedras del precipicio resbalan y caen a tu alrededor. Los cimientos se tambalean. Extiendes la mano, intentando palpar la realidad inmaterial que te rodea, mas sólo consigues notar la presencia del vacío cubierto de niebla espesa.

Lágrimas invisibles recorren tus venas, huyendo de la caída infinitesimal de tus ojos. La garganta se anuda impidiéndote respirar, el grito quiebra el alma en mil pedazos.


Observas como rodeada de un mundo cambiante, tu cuerpo no forma parte de él. La armonía con la naturaleza se quebró y el aislamiento cierra tu mente en negros pensamientos.

domingo, 8 de junio de 2014

Fauces

Desgarras tus vestidos al pasar
entre las rosas cargadas de espinas
por la vereda que marca el camino 
de la inocencia perdida.

Te acercas al acantilado
de tus sentimientos
y observas el mar picado
que regurgita tus pensamientos.

Las lágrimas acechan en la negrura infinita de tus dedos
y clavas puñales
en corazones sangrantes
que palpitan y laceran los recuerdos pasados.

Fluyen los gritos
acompañando la cacofonía
de la tierra en movimiento...
del mar encrespado...
de las hojas susurrando...

Te sientas en el umbral
de las sombras del mar
y zambulles los pies
en el denso petróleo de tu ser.

Vacuas miradas
contemplan el mundo pasar
mientras tus sentimientos se desgajan
cual rosa marchita de plata.

Se quiebran las voluntades
y se recurre a las veleidades
que un día fragmentaron
tu alma oscura y cansada.

Mitigas la amargura
de tu alma impura
saltando al abismo
del pozo infinito
que abre sus fauces
para tragarte 
en un instante.


Y caes,
y ríes,
y lloras,
y golpeas las losas
y mueres en un segundo
dejando a un lado
la mente y el corazón turbios.

Marinero

Quizá un barco a la deriva
atraque en este puerto silencioso
y descubra el leve tesoro
escondido de tu ser.

Puede que la marea
arroje los restos del naufragio
al abismo de tus ojos,
anegándolos de sonidos inciertos.

Quizá las olas rompan
contra el acantilado de tus sentimientos,
quebrando la nostalgia
que embarga la punta de tus dedos,
salpicando de sal
la soledad acuciante de tu voz.

Cuando la noche se quiebre en aurora,
cuando el día muera tenuemente,
cuando los ojos se cierren con un suspiro inaudible,
cuando la vida escape de tu ser…
el frágil recuerdo ahondará entre la arena de la playa
buscando la joya oculta de tu corazón palpitante.

El bravo marinero,
pirata de mil mares,
asesino de vanidades,
creador de libertades…
se lanzará por la borda,
intentando nadar
hasta el mudo baile de tu sonrisa.

Buscará la luz de tus ojos
que, como el ocaso,
muere en el horizonte de tus pestañas.

Surcará un océano de sangre plateada
y saboreará el dulce recuerdo de tus pisadas.

Recordará las caricias que,
como arrulladoras olas en movimiento,
mecían sus sueños inciertos.

El marinero de sueños y ojeador de ilusiones,
busca la pasión
que, un día, en el mar se quebró.

Arriba a tu playa,
bucea entre los pétalos de tu mirada
y arroja las penas al suelo.

Arranca las nubes
con etéreas manos escarchadas,
creando un cielo con estrellas de plata.

Ahonda en el abismo de tus sentidos
y, sobre la arena de la playa que cubre tu cuerpo,
deposita un cofre de color verde esmeralda.

Frente a tus ojos lo abre
y escuchas el sonido
de la tormenta huracanada
y de las olas encrespadas.

Observas el interior
repujado de rojo escarlata,
bermellón como la sangre.

El alma del marinero
se enfrenta a tu mirada,
vacía en la inmensidad del océano,
refulgente en la noche encapotada.

Y, entonces,
su corazón comienza a sangrar
y se desborda de los límites del cofre,
empapando la arena
sobre la que descansa tu cuerpo.

Tu piel absorbe su pasión
y, encallado en tu alma solitaria,
amarras el barco a la deriva
en el que un día zarpó.

Por fin, el marinero sin rumbo
ha encontrado
el puerto de sus sentimientos,
el refugio de sus penas,
la cala de sus alegrías,

en el ancla de tu ser.

sábado, 7 de junio de 2014

Arenas

Susurros de libertad, de un futuro mejor, se cuelan en mi mente y me incitan a salir corriendo de este lodazal buscando una salida. La maleza se encuentra demasiado lejos como para poder alcanzarla con mis brazos y con cada movimiento me hundo más en este barro viscoso, húmedo y putrefacto. Lentamente intento que la resistencia que impone mi cuerpo a esa succión barrosa sea mayor. Despacio, muy despacio comienzo a extender mis miembros, intento no perder la calma pero los glub glub del barro están destrozando mis nervios.

Me queda poco, sólo unos centímetros y lograré alcanzar esa triste ramita que ha crecido en la dirección errónea, al menos para ella, para mí puede ser la salvación. Un poco más, sólo medio centímetro más y la alcanzaré. El barro ya me llega a los hombros y cada vez es más difícil moverme, creo que no voy a conseguirlo, mi cuerpo será absorbido por una masa barrosa… Ya no queda esperanza para este estúpido.

Se oyen unos ruidos entre la maleza, se mueven las hojas… ¡algo acecha! Seguro que es una bestia que está esperando a que me llegue la hora… pero si se introduce aquí la bestia acabará como yo, atrapada en el barro.

De repente oigo una voz cantando, ¡aquí!, grito para que pueda encontrarme, y entonces lo recuerdo ¡Cuidado, arenas movedizas! La maleza se abre justo delante de mi cara, cuatro ojos me miran fijamente. Dos pertenecen a la voz que cantaba, un hombre viejo, viejísimo, ataviado con un taparrabos y con la piel apergaminada y curtida por el sol. El otro par de ojos son de un lobo, joven, majestuoso, pero que cojea visiblemente. ¡Ah! ¡Ese lobo! El lobo que me seguía en la distancia para alimentarse de los restos de comida que a mí me sobraban…

El viejo me hace gestos, no le comprendo, creo que quiere que me quede quieto. Se marcha. ¡No! ¡Vuelva! El lobo aúlla acompañando mis gritos de desesperación. Y el anciano vuelve, trae consigo una rama muy grande y pesada. ¿Cómo podrá acarrearla? La deposita en el suelo y poco a poco la extiende hacia mí. En mi desesperación intento asir la rama, el fango ya me llega a la barbilla y cada vez me hundo más rápido. El viejo lo impide con un gesto. Cuando cree que es el momento se tumba cuan largo es sobre la rama y me ofrece su mano, me sonríe y asiente con la cabeza. ¡Ahora! Con las últimas fuerzas que me quedan cojo su mano y él comienza a arrastrarse hacia la orilla llevándome con él. Acercándonos poco a poco a la libertad que creía perdida para siempre. Ya tengo medio cuerpo en la orilla, un poco más y habré salido de este infierno. 

¡Por fin! De un último tirón el viejo consigue arrebatar mi cuerpo de las garras de las arenas movedizas y yo caigo exhausto, rodeando un arbusto con mis brazos, no quiero volver a caer en esa trampa. Alzo la vista hacia el anciano pero… ¡ya no está! Sólo se oye una melodía… se marchó igual que apareció. Sin embargo, el lobo sigue a mi lado. ¿Me querrá acompañar o querrá que sea su cena? No lo sé, ahora lo averiguaré…

La vela

La pequeña llama ardía débilmente, el aire helado quería deshacerse de ella pero el cabo de vela se resistía a apagarse. Las cuatro almas reunidas alrededor de esa triste luz se frotaban las manos intentando entrar en calor. Tiritaban de frío y cada vez se acercaban más los unos a los otros para minimizar la pérdida de calor e intentar que el frío no se apoderase completamente de sus cuerpos. Uno de ellos salió del pequeño círculo luminoso y se dirigió a su mochila, sabía que estaba ahí, pero no lograba encontrarla, ¡tan escasa era la luz! Al final, palpando como un loco consiguió encontrarla, la volcó y los pocos objetos que contenía rodaron por el suelo de tierra.

     —  ¿Dónde está? ¿Dónde está? —se preguntaba amargamente.

Con sus manos revisó todo el suelo buscando una nueva vela, debía darse prisa o si no se consumiría la que ahora les alumbraba y ya no podrían ver más hasta el próximo amanecer, y para eso aún quedaba demasiado… Los demás salieron de su abotargamiento y se pusieron a buscar la nueva vela, uno de ellos cogió el pequeño cabo encendido cuidando de que no se apagara y lo protegió del viento con su mano y su cuerpo.

    ¡Daos prisa! —les apremió el encargado de custodiar la vela—. ¡Se está consumiendo!

Frenéticamente buscaron por todos los rincones pero no conseguían dar con ella. Pasaron dos, tres, cuatro minutos en los que los nervios y la desesperación se hacían patentes, y por fin uno de ellos la encontró en un pequeño recoveco por el que casi no cogía la mano de un niño. Con un alambre consiguió asir la vela y triunfante se dirigió a su compañero para encenderla, mas fue demasiado tarde porque en ese preciso momento se agotó la llama y la oscuridad se cernió sobre ellos.