He bebido el
vino de tus venas
y con él he saciado la sed que me condena.
He gritado
tu nombre a la arena
y lo he escrito con la espuma de las olas en mis cadenas.
He soñado un
pensamiento amargo
y, con
lágrimas en los ojos,
he rasgado
los recuerdos
que como
hiedra venenosa
arraigaban
en mis entrañas
creando un
mar de lágrimas,
tormento de calmas y esperanzas.
He mirado al
fondo del abismo
y me he
lanzado al vacío,
estrellándome
contra el suelo
y rompiendo
mis huesos
sobre tu frío y duro corazón.
He llorado
lágrimas ardientes
que recorren
mi rostro
quemándolo y
horadándolo
con la fría pena que me embarga.
He visto tu
mirada perdida,
indiferente,
incolora…
al verme regresar de la oscuridad.
Y he vuelto
a caer
presa de la
desolación,
en el oscuro
pozo de mi alma
atrapada en
las cadenas
que un día el corazón forjó.
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