viernes, 25 de octubre de 2013

Aromas

Un intenso fogonazo de luz rasga la oscuridad de la noche estrellada. El destello ilumina una figura sentada sobre una roca, recortándose sobre el precipicio que se encuentra al final del camino.

Las olas rompen contra la pared rocosa, atronando el silencio de la noche. Pero la figura no mira hacia el vasto océano que se encuentra a sus pies sino que le da la espalda y fija su mirada, de ojos del color del agua profunda, en el bosque oscuro y frondoso.

Contempla el movimiento oscilante de las hojas con el viento y su mente encuentra el sosiego que buscaba desde hacía mucho tiempo. Se apaga el resplandor del relámpago y deja de ver la cadencia armoniosa de la vegetación, sin embargo, nota las vibraciones que se transmiten por todo su cuerpo, meciéndola en un canto sin voz, en un baile sin movimiento.

El aire le trae el aroma de la tierra húmeda, la fragancia de las flores abriéndose con la luz de la luna, el olor de la resina que recorre los troncos de los árboles cicatrizando las heridas. Aspira profundamente, intentando captar y diferenciar todos los aromas que llegan hasta ella, embriagándose con la frescura de la naturaleza. Se tiende sobre la roca y contempla el cielo estrellado. Un cielo sin nubes, plagado de estrellas y roto por esporádicos relámpagos. Una sonrisa cruza sus labios y alarga la mano intentando alcanzar la bóveda celeste que se abre ante sus ojos. Sus ojos se llenan de luz, su cuerpo se relaja, la sonrisa encuentra un lugar en su corazón y por fin puede cerrar los ojos para dormir sintiéndose segura.

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