domingo, 14 de septiembre de 2014

Amor

Cuando una lágrima resbala por tu mejilla se convierte en estrella. Una estrella que quisiera apresar y guardarla para siempre... pero pasa fugaz y sólo queda una leve estela que nos recuerda la inmensidad del mundo y nuestra pequeñez.

Un soplo de viento agita tus cabellos y te ocultan la sonrisa que se dibuja en los labios de quien te rodea. Esos cabellos al viento que son la dulce tempestad del cielo cuando está a punto de llover en un día soleado.

Tus labios se entreabren en un esbozo de sonrisa que inunda de luz todo a tu alrededor, la noche se hace día cuando sonríes.

Tus ojos ríen risueños recordando que una vez soñaste que la Luna se acercaba a tu cama y guardaba tus sueños, esos sueños que crean una realidad en la que todo es posible.

Tus pestañas son como un bosque frondoso que protege a los bellos animales de la maldad. Cada pestañeo es como un pequeña muerte para mí porque tus ojos se ocultan, ¡muéstrame el paraíso en tu mirada! ¡Muéstrame la naturaleza salvaje que ocultas en esos ojos cristalinos!

Déjame ver tus manos, esas manos que cubren tus ojos cuando lloras; déjame ofrecerte las mías para que todo sea más fácil. Déjame cazar una estrella fugaz para que juntos podamos viajar en su estela y así te podré enseñar las maravillas de un mundo aún por descubrir.

Tus suspiros, cual espuma de mar, empapan mis sentidos, arrullándome como si fueran olas que me mecen. Me transportan a mar abierto y me dejan bailando con los delfines una canción sin melodía, un ritmo sin compás.

Y de repente, tus ojos se abren y me ves, tu boca sonríe cuando me miras, tus manos se adelantan y se dirigen hacia mí, y entonces las manos se entrelazan, los labios se unen, los ojos se cierran y el paraíso llega a ellos.

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