lunes, 15 de septiembre de 2014

Verdugo

El día lentamente se hace noche
y yo muero en los abismos del infierno.

Rodeado de gloria,
ya no queda nada más que un silencio espeso.

Los ojos se nublan
con la cadencia de los espectros
y la respiración se quiebra
en un murmullo sin voz.

Fenece mi mañana
entre las colgaduras de tu ventana
y se desgarra mi corazón
entre los pliegues de tu pasión.

Rojo, negro, blanco...
son los colores del espanto,
que recorren mi vista
y matan mis sentidos.

Rojo por la sangre que vertí.
Negro por los gritos que oí.
Blanco... blanca es la muerte que, por fin,
viene a mí.

Solo resta un momento
para que mi conciencia se apague.
Descubro que en tu lecho he encontrado
el cadalso de mis sentimientos.

Amante y verduga,
paloma solitaria
que alzas el vuelo al alba.

Tus alas se llevan mi alma
y la muerte me encuentra en tu cama.



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