Tristeza
inmensa.
Pena absoluta.
Ojos secos.
Corazón compungido.
Sus ojos tristes han
dejado de brillar. La pena embarga su alma y se trasluce a través de la pupila
irisada de sus ojos. Nadie sabe lo que pasa por su mente, a nadie se lo confía y
los amargos pensamientos constriñen su corazón.
Está rodeada de gente, conversa y ríe pero
sus sentimientos están muy lejos de allí. Ante los demás finge alegría aunque
en su interior siente una desazón inconmensurable. Siente un frío inmenso en su
corazón y un silencio sepulcral se apodera de ella. La tenaza se va cerrando en
torno a su pecho y el corazón comienza a constreñirse.
Ahora, está sola, tumbada en la cama,
pensando… intentando verter el veneno ponzoñoso que la está matando mientras
escribe unas líneas tristes y oscuras sobre una hoja de papel.
Su corazón sigue aprisionado por las garras
de la tristeza y de la soledad. Intenta llorar pero sus ojos están secos. El
manantial de agua cesó hace tiempo. Sabe que es la única salida, debe disolver
con lágrimas saladas la tenaza que la imposibilita para ser feliz, mas estas no
quieren salir.
La contradicción entre sus pensamientos y los hechos la enfurece y, una vez más, sigue sin saber cómo salir de la oscura espiral en la que está inmersa.
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